domingo, 8 de febrero de 2009

Un buen día

Definitivamente hoy había sido un buen día, con este pensamiento entré por la puerta de mi casa. Me dirigí hacia mi habitación, andando con tranquilidad, sin llegar a imaginarme lo que en ella me iba a encontrar.
Abrí la puerta y allí te encontrabas tú, sentada encima de mi escritorio, sonriéndome y mirándome de manera juguetona. Abrí la boca para decir algo pero me mandaste callar con un gesto.

Te pusiste de pie y me mandaste que me sentase en la cama. Yo no pude más que obedecer deseando ver en que acababa todo esto. Te acercaste lentamente y me susurraste al oído que esta noche te encargabas de todo, que tan solo disfrutase.

Te sentaste en mi regazo y lentamente comenzaste a besarme los labios primeramente con suavidad y dulzura, disfrutando de cada instante que pasaba, y a continuación con pasión, mordiéndome un labio, haciendo que sangrase, lo que incrementó aun más la sensación de placer que empezaba a recorrerme todo el cuerpo.

Comenzaste a bajar por mi barbilla y mi cuello, recreándote en cada centímetro cuadrado de mi piel. Cuando parecía que ibas a seguir hacia abajo me dijiste con una voz pícara que lo continuáramos en la ducha.

Una vez en el baño nos comenzamos a desnudar y nos metimos bajo el agua tibia, tal y como a mí me gustaba. Allí bajo las gotas que se escurrían entre nuestros cuerpos comencé a abrazarte y tú continuaste besándome solo que esta vez no te detuviste en el cuello sino que bajaste hasta el pecho, hasta los abdominales y continuaste bajando y bajando…




De repente un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y me despertó. Entonces caí en la cuenta de que todo no había sido más que un precioso sueño que jamás se iba a cumplir…

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